El día de hoy quedará marcado en el calendario de
la exploración espacial. Por primera vez, un ingenio hecho por el hombre,
llamado Philae, ha conseguido aterrizar sobre un cometa, el 67P/
Churyumov-Gerasimenko. (Así te lo contamos en directo) Lo ha logrado después de
separarse de una nave espacial, Rosetta, lanzada al espacio hace una década y
que el pasado agosto alcanzó la roca espacial. La sonda acompañará al cometa
durante el próximo año y medio y el módulo de aterrizaje, si consigue recargar
sus baterías con los paneles solares de los que está recubierto, enviará
valiosos datos científicos durante los próximos tres meses.
Sin embargo, se han producido una serie de fallos
técnicos que pueden enturbiar el éxito de la misión. El anclaje del módulo al
cometa no es todo lo firme que estaba previsto. Dos de los tres sistemas
existentes, el motor de rebote y los dos arpones de anclaje, no se activaron,
por lo que Philae está sujeto a la superficie del cometa por los tornillos de
sus patas, que se activaron nada mas tocar el suelo. Nada más.
Tanto en el centro de control de Darmstaad, en
Alemania, como en todas las estaciones de seguimiento de la Agencia Espacial
Europea se siguieron minuto a minuto la misión histórica. El peligrosísimo
aterrizaje duró cerca de siete horas de caída libre y a una velocidad de un
metro por segundo. A las 9.35 de la mañana, hora española, el módulo Philae fue
liberado por la nave Rosetta y el contacto con el cometa se produjo a las
16.38. El éxito fue confirmado 28 minutos más tarde, cuando la señal llegó a la
Tierra salvando una distancia de más de 500 millones de km.
El punto elegido por la Agencia Espacial Europea
para el aterrizaje de Philae, bautizado como Agilkia, tiene un kilómetro
cuadrado y está situado en la "cabeza" de 67P Churyumov-Gerasimenko y
cerca de una depresión llena de rocas –algunas del tamaño de un edificio– y de
pronunciadas pendientes, fosas profundas y grandes acantilados. Un terreno muy
poco apropiado para aterrizar pero, con todo, una de las áreas menos accidentadas
del cometa.
Durante la última media hora, los nervios estaban
realmente a flor de piel y la tensión era máxima. Pero, por fin, la noticia
llegó. Philae se había posado con éxito. La salva de vítores y aplausos, sin
embargo, se vió interrumpida bruscamente. Los directores de misión, con gesto
serio y preocupado, volvían sobre sus instrumentos con caras que reflejaban una
honda preocupación. ¿Habría sucedido algo? Los ingenieros, sencillamente,
querían estar del todo seguros de que el anclaje había sido correcto.
No lo había sido. Los arpones tampoco funcionaron.
A pesar de eso, Philae quedaba fijada a la superficie por los pernos que,
automáticamente, atornillaron las tres patas al suelo nada más tomar contacto.
La duda, ahora, es saber si ese anclaje resistirá durante toda la misión. Al
cierre de estas líneas, Los técnicos seguían intentando disparar los arpones de
forma manual.
Sujeto con tornillos
A pesar del inconveniente, un pulgar hacia arriba y
una amplia sonrisa despejaron las sombras. Philae estaba sujeto a la superficie
del cometa. Los tornillos de sus patas habían penetrado varios centímetros en
el duro suelo del cometa y sujetaban el módulo de cien kilogramos de peso. La
misión había sido un éxito.
Philae comenzará inmediatamente a perforar y a
analizar la composición de la superficie del cometa con su batería de
instrumentos científicos. Lo hará sin problemas durante las próximas 64 horas,
el tiempo que durarán sus baterías.
Si los paneles solares de los que está recubierto
consiguen recargarlo, Philae podría seguir enviando datos durante cerca de tres
meses. Todo depende de si, en la posición en la que se encuentra, recibe la
suficiente cantidad de rayos solares. Si no, y como ya dijo el director de la
misión Rosetta, cada minuto que vaya más allá de esas 64 horas será un regalo
para la Ciencia. Durante los próximos meses ya solo queda llevar a cabo la
batería de experimentos y mediciones científicas previstas, destinadas a
desentrañar los secretos mejor guardados por el cometa sobre el agua de la
Tierra y, quizá, también el del origen de la vida.